miércoles, 26 de julio de 2006

Enamorada (Parte I)

Me gustaría continuar este blog contando lo que me ocurre de forma cronológica, pero creo que esta vez haré una excepción.
Enamorada. Así es, no se froten los ojos porque han leído bien.
He vuelto a Cartago enamorada (madre, bájese las manos de la cabeza y continúe leyendo).
Tiene nombre, se llama Montezuma. La aventura comienza el viernes, más bien tarde que temprano. Pero el día comenzó temprano.
Mi nuevo compañero de piso José y yo desayunamos los productos adquiridos el día de antes en el mercado: aguacate ,papaya y mamón chino, y el café que no falte; así empezamos el día con más energía.
Vamos a la U sobre las 11:00, tal y como quedamos con Esteban; para que nos muestre nuestras escuelas y los sitios de interés del campus. Qué raro, Esteban JUSTO en ese momento no está, así que nos sentamos en el sofá color crema que da tanto calor mientras Alejandra nos habla sobre el día de la virgen del 2 de Agosto y le pedimos nos informe sobre alguna playa para visitar ese mismo fin de semana. Por fin aparece Esteban, con su pantalón largo y camiseta de manga corta para intentar cubrir sus múltiples tatuajes corporales. Me da un mapa de Tosta Rica y empezamos la ruta turística.
Nos enseña dónde está reprografía, los bancos, el edificio de la biblioteca, la parada del bus a S.José, la Soda (*Apunte: una soda es una cafetería, bar o restaurante; aunque aún no sé muy bien la diferencia ni porque unas son sodas y otras no), y lo más importante, el edificio de Ingeniería en Materiales. Me enseña más bien poco porque aún están de vacaciones, y no hay ni cristo. Miento, cristo sí, ese está en todas partes, con la devoción que hay por aquí.
Cotilleo un poco el laboratorio (lo típico: un poco de taladradora, extrusionadora, lijadora…) y a la salida Esteban me presenta al chico tico de mantenimiento mientras nos fumamos un cigarrillo Viceroy (600 colones).
Paseamos por la U, viendo el lago, los árboles… En una de esas hasta vemos una ardilla, qué salada! En mitad del recorrido tropezamos con un hombrecillo con un carro, y Esteban se acerca a él mientras nos dice: quieren un “raspao”? Me acerco a ver lo que era eso; el hombrecillo tenía un bloque de hielo que rascaba con un zarrio metálico e iba poniendo en un vaso de plástico. Luego le derrama por encima un líquido rosa fucsia de una botella de plástico y le pone leche condensada por encima. Un cisco, vaya. (Hoy lo he probado por primera vez, y la experiencia no ha resultado realmente positiva).
Volvemos a casa y nos preparamos la mochila mientras hablo por el “celular” con Álvaro, que está en la capital. Nos dice que su amiga tica está mala, así que el plan volcán se descarta por unanimidad; los españolitos queríamos playa. Biquini en la mochila como vestimenta oficial, además de una serie de productos “por si acaso” en el neceser (por si hay mosquitos, por si me pican, por si me cago, por si no me cago…).
Cambiamos euros por colones, y más que hubiéramos cambiado, porque en nuestra primera excursión no hemos escatimado en recursos. Como unos señoritos, aixó ho pague jo. Resulta que el tico que me cambia es muy bonico, así que le sonrío mucho y le hablo con ese salero que tengo cuando quiero.
Autobús para San José. Bajada en el barrio San Pedro, en los Yoses, para recoger a Álvaro, que sigue en el hostal mientras busca alojamiento. Llegamos y no está, pero no tardará en venir, así que mientras aprovechamos y preguntamos a la chica de recepción a qué playa ir (ya que teníamos que coger un bus y aún no sabíamos hacia a donde hacerlo). “Punta arenas es la más cercana, pero a mí no me gusta. Es muy turística y no tiene nada. Podrían ir hacia esta zona, está mucho más linda. Agarren un ferri (no de la familia de Amparo, sino de transporte acuático) y enseguidita llegan. Les aconsejo Santa Teresa, Mal País, Pochote, tambor, MonteZuma… Todas están muy bonitas.” Vale va, vamos a Montezuma mismo, que parece (repito,parece) cerquica. Llega Álvaro y yo no sé cómo tarda tanto en hacerse una mochila para ir a la playa. Seguro que se está arreglando el pelo, aunque no sé para qué, si con esta humedad siempre lo lleva hecho un desastre. Le meto presión y nos vamos en taxi a la estación de buses. Aquí muchas veces vale la pena coger un taxi, ya que son muy baratos y seguros (aunque por el día no hay problema alguno). Ya estamos en la estación del barrio CocaCola; y somos tan listos que no nos hemos molestado en mirar los horarios. Estaba claro, no hay bus directo. Eso quiere decir que tenemos dos opciones: ir hasta Punta Arena y de ahí coger el ferri, o ir hacia otro sitio (imaginad con el mapa comprobando si las próximas salidas de los buses tenían por destino un lugar con mar). Decidido, como maña que soy me había encabezonado con Montezuma y Montezuma. Y no sabía ni porqué (y qué gran acierto!).
Cambiamos de estación, dame 3 para Punta Arenas. Esperamos haciendo cola sentados, porque cuando se llena el bus tienes que esperar al siguiente, y mientras nos comemos unas especie de empanadas (que hacen muy buenas, por cierto) que llevan pollo, cómo no, y salsa de frijoles, cómo no. Dejo que los señores se sienten juntos en el bus para que vayan pillando confianza (se habían conocido en el hostal hacía menos de una hora), y yo me siento en la otra parte del pasillo al lado de un tico que estaba más o menos de buen año. Llevaba una perillica, grandes mofletes y uñas largas. –Hola. –Qué tal? – Cuanto dura el bus? - 2 horas, si no pasa nada.
¿Cómo que si no pasa nada? Axó que vol dir? Me explica que ha venido por la mañana a San José y había un camión cisterna que se había salido de la carretera, así que a lo mejor habría que dar rodeo. Joder, rodeo dice. No sé si me atrevería yo a llamar rodeo a esa barbaridad. En efecto, dos horas se convierten en cuatro por la gracia de dios. Menos mal que el tío es muy simpático y hablamos durante casi todo el trayecto. Yo creo que tenía vida para hacer ameno tres rodeos más. Antony (que no Antonio, ojo), un chico de 31 años que tenía ya 3 hijos. El primero a los 20. De padre mujeriego y madre de paradero desconocido cuando el cumplió 15. Trabajó en la construcción, en un quebradero, en subasta de ganado, taxista y de momento autobusero haciendo papeles para cambiarse a camionero.
Llegamos a las 8:30 pm, sin la esperanza de que haya ferri tan tarde, decidimos que lo mejor será quedarnos en un hostal cerca del puerto y madrugar al día siguiente. Taxi! Llévanos al ferri. (Antony me había aconsejado que como era de noche mejor coger taxi).
Le preguntamos al taxista y nos asegura que el ferri que sale va para MonteZuma. Compramos los billetes y nos montamos. Estando allí nos entra la duda de si el destino de dicho ferri era Montezuma, y nos dicen que “casi”; es Paquera. El ferri dura una hora, así que a las 10 de la noche ya no hay bus hacia Montezuma. El hombre del bar escucha nuestra conversación y aprovecha para decirnos que conoce a un taxista que nos podría llevar. Hablo con él. Nos dice que la maría suele marcar unos 29.000 colones (*Apunte: María, taxímetro donde marca lo que cuesta el trayecto). Pensamos en las posibilidades y nos son muchas, así que escogemos la opción más cara, y más segura.

6 comentarios:

  1. Hola guapa,
    Esto parece una novela en fascículos.
    Pero que vida más movida y emocionante llevas !!.
    Estaremos a la espera de la segunda parte.
    Todos los días te leo.
    Muchos besos.

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  2. Jjajaja. Gracias tía, un besico muy graaaaaaande!!

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  3. ¡¡¡XORROOO COMO VA TODO!!!
    JO K CURRADA HAS ESCRITO UN MONTON YA!!!POCO A POCO LO LEERE JAJA BSKS FEA

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  4. fotos fotos queremos fotos

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  5. ai mi cariiii!!!
    com magradaria star ahi amb tu!!!
    menuda vida ke tarreas!!!
    me rio mucho con tu blog eres una crack!!
    un besot mol gran!!!
    soy la canals!!

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  6. Hola. Saludos desde Costa Rica. Una noticia mala, te estafaron con el taxi, la maria jamas va a marcar ni tanto ni tan sospechoso (29 000, porque no 30?)Igual pura vida, he vacilado un moton con el blog

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